Una verdad como una catedral. En alguna lista de correo hemos mostrado el mismo parecer y es que la necesaria demonización de la SGAE para hacer frente a sus ambigüedades, confusiones y diálogos de serpiente bíblica que mantiene con el gobierno no resuelve nuestros problemas porque es éste, precisamente, y el resto de parlamentarios, los que deciden cómo gestionar la Sociedad de la Información.
Así lo entiende también Pedro Martínez, ex fiscal de delitos laborales de Madrid, que pronunció la frase del titular en un encuentro con los internautas de El País: "El canon no es más que un privilegio, una norma especial autorizada y consentida para favorecer a una serie de personas. Es como un impuesto privado, que ellos mismos lo autorregulan, lo recaudan, y lo distribuyen, pero el Estado es quien consiente esa situación."
Un canon que, en definitiva, y eso estaremos de acuerdo hasta los más radicales, nos juzga antes de tiempo: "Lo que viola el canon es la presunción de inocencia. Se piensa que todos vamos a utilizar la tecnología para defraudar. Y, por otra parte, considera la cultura como una mera mercancía, no como una creación artística".
Y es que, como estamos cansados de repetir, esto ya es otro mundo: "Cuando el comercio electrónico explote y la gente pueda comprar con seguridad tecnológica de que sus datos no van a ser utilizados por terceros y con seguridad jurídica para poder reclamar, el comercio tradicional no podrá competir con unos precios que serán mucho más bajos y tendrá que adaptarse."